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Este texto es producto de una lluvia de ideas durante un vivo lleno de chispa sobre fantasías sexuales. Una tormenta eléctrica, si se quiere.

Entre copa y copa, entre el sonido y nuestra siempre sinérgica conexión, nos vamos adentrando en universos eróticos ajenos. Una fantasía que se comparte es un pedacito de inconsciente que se regala. Viajamos. Paramos el auto en la banquina y cogemos al costado de la ruta. Si vamos a las montañas, ahí también cogemos. En una cabaña solitaria o en un lugar público? Si vamos a la playa, será en la arena o en el agua? Todas las anteriores?

Viajamos. Con hongos esta vez. Hacia otro cuerpo: de Jefx, profe, músicx, bomberx, pediatra, traumatólogx, psicólogx, locutorx, paseadorx del rope, soderx, capx de la mafia, policía, basurerx, testigo de casorio, tatuadorx, mecánicx, penitenciarix. O hacia otros varios cuerpos, en un gang bang en el vestuario del gimnasio o en el entretiempo de la cancha. 

Nos garchamos a quien es imposible y a quién está prohibido garcharse.

En la biblioteca, la verdulería, el camarín, en un container, en un recital, en el transporte público, arriba de la moto, en el balcón o en la terraza, mirando lo que queda de cielo. 

Nos subimos al ascensor del rascacielos y nos damos con todo. Swingereamos en el baño del restaurante.

En el barro, tal vez… mientras cocino… con la suegra dando vueltas…

Erotizamos el mundo.

Desde colegialas hasta el presidente, pasando por completxs  desconocidxs. Desde la ducha al espacio exterior, pasando por el sauna y el cine. Fantaseamos, volamos, hacemos fuego. La fantasía a veces es horizonte, a veces límite, frontera. Es borde de lo deforme que hay dentro. Sendero hacia lo sublime que coexiste. 

Gracias a quienes regalaron deseo para aportar a esta orgía mental.