Las charlas en las mesas familiares del domingo pueden estar atravesadas por una infinidad de temas. Se habla de todos los tópicos actuales que atraviesan el país, de religión, de política, de fútbol. La abuela que aprendió a usar Youtube y se cree todas las fake news que hay dando vuelta. El tío facho y la tía conservadora. Los terrenos, la herencia, la “juventud de ahora”, frase que va acompañada por un “en mi época esto era distinto”…
Creo que todo el mundo ha dicho esa frase, tengas 30 o 60. Alguna vez hemos dicho “antes era así”… Y uno de los tópicos que atraviesan las mesas en este último tiempo es la sexualidad. Si, ahora se habla de sexo en la mesa del domingo.
No es novedad que hace algunos años que se habla de manera más descontracturada en referencia a la sexualidad, ojo no quiere decir que todo el mundo lo hace, sino que muchos jóvenes si tienen menos tabúes a la hora de hablarlo. Entonces, esa conversación se traslada a muchas mesas familiares, lo cual es super positivo. Tengamos en cuenta que si hacemos una encuesta a lxs jóvenes sobre su educación sexual, seguramente la gran mayoría va a decir que no tuvo.
“En mi época no era asi…”
Durante un feriado patrio me puse a pensar en sexo… Si. Yo hago esas asociaciones medias extrañas. Pero en un feriado patrio me hice la pregunta ¿Cómo era el sexo en el pasado? Pero cuando hablo del pasado no me refiero a la decada del ‘60 o ‘50, sino más atras ¿Se pusieron a pensar alguna vez como era la sexualidad durante la Semana de Mayo, por ejemplo? ¿Cómo garchaban en mayo del 1800?
Me puse a googlear para buscar la info ¿habrán tenido porno?
La realidad es que no hay mucha información sobre esa época que hable sobre sexo. Basicamente es casi nula. No me iba a queda con los brazo cruzados asi que continue mi busqueda en google.
Luego de ver algunos videos en plan «juegos de roles» vestidos de época… no encontré mucho más.
En Google Academics aparecen trabajos (académicos) sobre la sexualidad argentina en 1900. Hay cosas, pero todas a partir de los 60´s para adelante. No me rendí, entre las combinaciones de keywords, pasar páginas, consultar las fuentes de los trabajos publicados encontré algo… Encontré un artículo que me llamó muchísimo la atención:
“Sexualidad, producción y trabajo en el discurso higienista y eugenésico en Chile y Argentina, 1860-1930” de Manuel Durán, Doctor en Estudios Americanos.
Bingo.
Sabía que no iba a ser la representación total de cómo era la sexualidad en esa época, pero les aseguro que van a flashear con lo que dice el texto.
La síntesis comienza así: “El discurso médico consideraba la sexualidad como una ‘energía’ que debía encauzarse productivamente para evitar el desborde patológico y moral, estableciendo una ‘ciencia sexual’ en los ámbitos de producción laboral y educacional…”
Entre 1870 y 1900, tanto Argentina como Chile adoptaron las ideas “psíquico-fisiológicas” de la Escuela de Salpêtriére de París, estableciendo políticas de regulación higienistas. Hacia fines del siglo XIX, la medicina psiquiátrica y legal francesa influenciaron e inculcaron a las elites la preocupación por las responsabilidades de alienados y ‘enfermos sociales’, considerándolos como agentes ‘degenerativos’”. La teoría degenerativa consideraba que había ciertos sujetos o sectores que pervertían a los agentes raciales y morales de la nación, y (obviamente) los grupos de mayor riesgo eran la clase obrera. Por eso los higienistas contuvieron a estos sectores con la teoría que se denominó “cuestión social”.
Esta teoría desarrollada en Francia por médicos y empresarios, planteaba que una regulación del trabajo preservaría “la salud de los infantes y de todos los obreros de la fábrica, así como su desarrollo moral”. Fijense algo, que el sentido de salud se refiere a la cuestión física y valórica, considerando la enfermedad como contaminación y “vicio”. Sexo/placer = menos producción.
El deseo femenino
Pero el texto se vuelve más interesante, porque habla que el sistema higienista liberal estableció modelos de género binarios (masculino/femenino), denominado “doctrina de las esferas separadas”, en donde naturalizaba las diferencias de género como base para la organización social y patriarcal en el sistema capitalista ¿que tiene que ver todo esto? Bueno, en este contexto médicos y empresarios establecieron regulaciones sobre la clase obrera femenina e infantil (si si, ya se, niñxs). En donde consideraban que el trabajo en la fábrica era contrario a la maternidad y que las exponía a enfermedades y vicios.
A su vez establecieron una “ética de trabajo” en los talleres de costura, en donde regularon desde el vestuario de las trabajadores hasta las posturas en que debían realizar sus labores, porque… Escuchen esto, porque consideraban que las máquinas podrían “estimularlas sensualmente”.
El médico francés, Gastón Guidourt, hizo una publicación que fue replicada en la Revista Médica Quirúrgica de Buenos Aires en 1866, en la cual exponía los riesgos de la enfermedad sensual: “Hace un mes dos mujeres (…) que trabajaban en talleres diferentes, se presentaron a consultarme en un mismo día… La enfermedad ‘sensual’ tuvo inmediatos efectos en la paciente, de una contextura acorde al trabajo y la procreación, pasó a un estado de debilidad y posible infertilidad. Además el malestar era acompañado de una gran excitación impidiéndole trabajar, lo que implicaba el fenómeno médico en el ámbito económico”.
A todo esto, el médico recomendaba que las pacientes realicen labores más acorde a la “frágil naturaleza femenina”, o sea les decía que vayan a ocuparse de la maternidad y el hogar, porque creían que el ámbito doméstico protegería a las mujeres de la violencia de los espacios públicos, sin pensar en que la miseria podría empujarlas a prostituirse y al sifilis.
Se pone mejor… Porque se aceptaba que las mujeres trabajaran para auxiliar económicamente a sus familias, pero siempre con una crítica por el abandono que hacían del hogar. A su vez, “resultó muy recurrente identificar a las muchachas ‘fabriqueras’ con amores discontinuos, haciendoles fama de ‘afiladoras’, de ‘ligeras’, de provocar con gestos y actitudes al otro sexo, que era ‘loquitas’”. Hasta supuestamente se establecieron categorías morales entre las mujeres que se incorporan en el ámbito laboral, dividiéndolas, por un lado en las probas, las rectas e intachables, y por el otro, en las “ligeras” y de moral liviana.
Nadie pasa de esta esquina, aca mandan las divinas…
¿Y los hombres qué onda?
En la otra vereda, el discurso higienista también estableció un modelo popular masculino para cuidar a la fuerza y el trabajo, los cuales eran valores que podrían ser vulnerables a ciertos vicios como el alcoholismo, onanismo y “placeres venéreos”. Al igual que pasó con las trabajadoras textiles, también se estableció una ética de trabajo que justificaba la intervención violenta de los sujetos, las reclusiones forzosas y la fiscalización de sus espacios privados.
Un artículo titulado “Un caso de erotismo”, publicado en la Revista Médica Quirúrgica en 1884, habla sobre la situación de un inmigrante español de 33 años:
“Sano y robusto, dedicado al trabajo, no abusaba de bebidas espirituosas, ni excedía su poder sexual, usándolo regularmente (…) poco después de su llegada conoció a una familia española, en cuyo seno se contaba a una joven que había de influir poderosamente en su provenir”.
Llamado J.N. en el artículo, era básicamente un joven que se enamoró, nada del otro mundo. Pero desatendió su vida sexual y laboral, o sea cómo se le va a ocurrir calentarse y no ir a trabajar. Es una cosa de locos, está bien lo que hicieron. Lean cuál fue su tratamiento:
“Sucedió entonces lo que se esperaba: la policía lo tomó, remitiéndolo al Hospicio de las Mercedes en Buenos Aires. Siendo sometido a un tratamiento de duchas frías y trabajo en la huerta. El hospicio tenía como objetivo la rehabilitación física y moral en un sistema de trabajo rural.”
El derecho a la libertad y la reserva se lo pasaron por las bolas los agentes higienistas en pos del “bien superior social”. Lo peor que este pobre J.N., cuando salió del hospicio, dijo que recordaba algo de su estado pasado y ante el temor que pudiera volver a caer en la maldita tentación dijo: “se teme de que llegue ya a fallar regresando a mi pueblo; y cómo me podrá suceder esto; cuando tengo siempre presente ocho meses de manicomio, mis ahorros tirados y un oscuro porvenir…”
Pobrecito, se le paró y le tiraron agua fría como a los perros. Ojo, igual estaba bien lo que hicieron, porque nuestro amigo J.N. no se sacaba de la cabeza a esa chica y no quería estar con ninguna otra mujer, entonces eso iba en contra de la ideología socio-sexual de la productividad, que estaba dirigida a ciertos sujetos en edad “(re) productiva”. O sea, la sexualidad era concebida en términos “productivistas”, y además se estableció un sistema policial sanitario “que subyugo los valores de libertad y propiedad al ‘bien superior de la nación’”.
De más está aclarar que este artículo no representa la totalidad de la sexualidad argentina en el 1800 ¿habrá habido orgías en el Cabildo?¿Y en la casita de Tucumán? Son preguntas que nunca tendrán respuesta (por ahora).
Lo que si nos demostró esta investigación es que (obviamente) los tiempos cambiaron con respecto a la sexualidad, aunque todavía quedan algunos que piensan que el sexo es solo con fines de reproducción y no de placer. De todas formas nos parece super interesante poder contarles y comentarles esta lectura que hicimos. Esta pequeña investigación en donde cuenta que el sexo se tomaba como reproductista y como un entorpecimiento en los labores de, obviamente, la clase obrera.
Todavía me queda muchísimo por seguir investigando.
En estos ultimos días encontré algo sobre el incesto en la época, y obviamente al momento de cerrar la nota también encontramos nuevas cosas para leer. Pero hasta acá llegó la primera parte.
Debemos ponerle un punto final en algún momento.
Quedense tranquilos que se viene una segunda parte, todavía hay mucho por contar y además queremos conocer las perversiones de esa época.