El pasado martes Clapps! estuvo presente en el Gran Salón de la Plataforma Lavardén en una cita con Hernán Casciari, quien presentó su espectáculo “Leyendo en Bares”. A lo largo de una hora y media pudimos viajar con sus palabras y pasar por diferentes estadios emocionales que vamos a intentar trasmitirlos. ¿Nos seguís?
La ciudad estaba casi desierta cuando arrancamos el camino hacia la esquina de Sarmiento y Mendoza. Era martes y la noche estaba un poco fresca en comparación a los otros días, pero eso no impidió que nos calzáramos el buzo y arranquemos. A medida que íbamos llegando comenzamos a cruzarnos con personas que salían de la primera función de Casciari, pero como no queríamos escuchar spoilers, subimos el volumen de nuestros auriculares y continuamos caminando esquivando gente.
Entramos por calle Mendoza, y como el show fue en el Gran Salón, que queda en el 5to piso, quisimos subir por el ascensor, pero la fila llegaba hasta afuera. Tuvimos que utilizar las escaleras, pero por suerte tenemos buen estado y casi no nos agitamos, o no tanto como pensábamos. Apenas entramos al salón, nos topamos con el stand en donde vendían toda la bibliografía de Casciari, y pegado lo pudimos ver al escritor sentado en una mesita firmando ejemplares de sus libros y sacándose fotos. Estaba casi en las penumbras, aquellos que entraban distraídos posiblemente ni se percataron de su presencia. El Gran Salón estaba ambientado con luces rojas, y con sillas y mesas como si fuera un bar, haciendo honor al nombre del espectáculo: “Casciari leyendo en bares”. Sobre las mesas se juntaban libros, cervezas, tragos y pizzas. Era martes, pero ahí adentro eso no importaba.
Casciari, inicio del viaje
El espectáculo comenzó alrededor de las 23hs. Sobre el escenario sólo había un escritorio, y sobre este libros y botellitas de agua mineral. Se apagaron las luces y una locutora presentó al escritor quien apareció en escena envuelto en ovación por parte del público. Rápidamente se sentó, agarró el micrófono y saludó agradeciendo por estar un martes a esa hora escuchándolo hablar. Con gracia dijo que estábamos locos por estar ahí, que él no lo haría.
Casciari agarró la pila de libros y la puso a su lado derecho, y explicó que leería un cuento de cada uno de sus libros, y que al final de la noche estarían en el lado izquierdo. Lo mágico del escritor es su forma de contar sus relatos, ya que casi no necesita leerlos, sino que comienza a hablar. Por ejemplo, cuando se fue con su amigo Chiri a vivir a Buenos Aires, como si fuera una anécdota y casi sin darte cuenta estas inmerso en un cuento.
Su tono de voz, sus expresiones, la elección de las palabras, todo ayuda a generar una atmósfera perfecta. A lo largo de la noche, Casciari pasó por todos los sentimientos, y resulta increíble el manejo que tiene de los climas. Por momentos eran relatos muy graciosos, pero a los pocos minutos te encontrabas con un nudo en la garganta o al borde de las lágrimas. Tiene esa magia de poder cambiar el ambiente simplemente con una oración.
Cascar, fin del viaje
En total fueron siete relatos a lo largo de una hora y media, se puede resumir como una montaña rusa de emociones, en donde por momentos el silencio en la sala fue casi inaudito en estos días. El escritor cerró la noche agradeciendo más que los aplausos, a la atención que le brindó el público. Hoy en día que es muy difícil no mirar los celulares, pero a lo largo de los siete relatos el salón estuvo a oscuras, solamente había luz sobre el escenario, nunca una cara se ilumino con la luz del celular.
La vista estuvo clavada en Casciari quien con sus palabras y tonos de voz hizo viajar a más de doscientas personas. Cuando salimos no sabíamos ni que hora y día era. Las calles estaban desiertas. Caminamos varias cuadras en silencio, y recién al otro día pudimos salir del hermoso trance que habíamos entrado con “Casciari Leyendo en Bares”.
(Esta nota fue originalmente publicada por el autor en Clapps.com.ar)